En el norte del país nos encontramos con personajes y leyendas que básicamente se relacionan con la minería y el desierto. Entre ellos están en el yastay, un guanaco protector de las manadas que destaca por ser más grande que los demás. Se dice que este guanaco es el jefe de todos y que aparece en los momentos menos esperados.
Algunas veces el yastay muestra toda su furia a los cazadores apareciendo con una cabeza de demonio y lanzando fuego por la boca. Otras veces su rostro es angelical, y puede llegar a servir de guía cuando detecta la bondad en quienes se acercan pacíficamente a su manada.
El alicanto es, en esta zona del país, el sueño de muchos mineros, que esperan que algún día este personaje se les aparezca y les muestre el sendero hacia una veta de oro o plata. Se trata de un enorme pájaro, de grandes alas color metálico, pico encorvado y patas alargadas con enormes garras. Se alimenta de oro o de plata y sus alas fosforecen durante la noche. Si el animal come oro, despide destellos dorados; o argentados si su alimento fue la plata.
Las personas que lo han podido ver han dejado todo de lado por seguirlo, pues se dice que el ave se ubica en el lugar exacto de la riqueza. Pero quien sigue al alicanto repentinamente, al llegar al lugar del supuesto tesoro, el ave lo abandona, dejándolo sin agua y sin comida. Solo una plegaria a la virgen de Punta Negra le puede mostrar el camino de regreso.
La Lola es un personaje que foma parte de la mitología de una amplia zona geográfica, pues su leyenda se registra en Antofagasta, Santiago, O'Higgins y Colchagua.
En la provincia de Antofagasta, en la época de los descubrimientos, fue muy conocida una bella mujer llamada Lola. Su padre vivía para cuidar a su hija y distanciarla de sus enamorados.
La Lola sembraba ilusiones y desengaños en los hombres, y mucha envidia entre las mujeres. Un día conoció a un hombre del que se enamoró, pero él amaba a otra mujer; ella, al sentirse desplazada, se transformó en una terrible celosa. Fue así como, una noche, se dirigió descalza y silenciosa a la habitación donde dormía el hombre y lo mató con un puñal. Después huyó a los cerros dando gritos y alaridos. Al tiempo regresó al poblado, víctima de la locura, solo sabiendo reír, hasta que murió. Desde entonces la Lola y su espíritu vengativo recorren los cerros.
Algunas veces el yastay muestra toda su furia a los cazadores apareciendo con una cabeza de demonio y lanzando fuego por la boca. Otras veces su rostro es angelical, y puede llegar a servir de guía cuando detecta la bondad en quienes se acercan pacíficamente a su manada.
El alicanto es, en esta zona del país, el sueño de muchos mineros, que esperan que algún día este personaje se les aparezca y les muestre el sendero hacia una veta de oro o plata. Se trata de un enorme pájaro, de grandes alas color metálico, pico encorvado y patas alargadas con enormes garras. Se alimenta de oro o de plata y sus alas fosforecen durante la noche. Si el animal come oro, despide destellos dorados; o argentados si su alimento fue la plata.
Las personas que lo han podido ver han dejado todo de lado por seguirlo, pues se dice que el ave se ubica en el lugar exacto de la riqueza. Pero quien sigue al alicanto repentinamente, al llegar al lugar del supuesto tesoro, el ave lo abandona, dejándolo sin agua y sin comida. Solo una plegaria a la virgen de Punta Negra le puede mostrar el camino de regreso.
La Lola es un personaje que foma parte de la mitología de una amplia zona geográfica, pues su leyenda se registra en Antofagasta, Santiago, O'Higgins y Colchagua.
En la provincia de Antofagasta, en la época de los descubrimientos, fue muy conocida una bella mujer llamada Lola. Su padre vivía para cuidar a su hija y distanciarla de sus enamorados.
La Lola sembraba ilusiones y desengaños en los hombres, y mucha envidia entre las mujeres. Un día conoció a un hombre del que se enamoró, pero él amaba a otra mujer; ella, al sentirse desplazada, se transformó en una terrible celosa. Fue así como, una noche, se dirigió descalza y silenciosa a la habitación donde dormía el hombre y lo mató con un puñal. Después huyó a los cerros dando gritos y alaridos. Al tiempo regresó al poblado, víctima de la locura, solo sabiendo reír, hasta que murió. Desde entonces la Lola y su espíritu vengativo recorren los cerros.
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